jueves, 30 de septiembre de 2010

Te vas, placer efímero

Y así como llegó, seguramente se irá; porque nunca alcanza para nada. Por más que presupuestemos, el dinero se va como agua entre los dedos. Todo está en que soltemos un billetito y los demás lo seguirán como en desfile del veinte de noviembre. Ya sé que no puedo pontificar sobre algo que todos sabemos, sólo reafirmo el sentir generalizado.
No van a negarme que hay compras que superan con creces cualquier intento de ahorro, lo único que necesitan para aparecer, es que les cambiemos el nombre de "antojos", por el de "imprevistos". Nuestras habilidades para el intercambo comercial se ven potencializadas al grado de volvernos una especie de expertos-adivinos-inversores de petrobonos, salidos de una bolsa mágica o de las entrañas mismas de la Lotería Nacional.
Además, bajo el cobijo del "ya Dios dirá", damos tarjetazos a diestra y siniestra esperanzados de que broten centenarios salvadores, pues al fin y al cabo es la moneda conmemorativa más bonita del mundo. Pero es quincena señores, a comer y a chupar que el mundo se va a acabar. Al fin y al cabo, lo bailado...

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