¡Ah, las visitas! Dicha que debemos atesorar en todo lo que vale. Para un prospecto de metré como lo soy, es la ocasión de presumir las habilidades que las circunstancias no me han permitido. Podríamos dividir a cada visita según intenciones, número de maletas, cantidad de re-invitados, edad y condición física; todo sin el ánimo de ofender.
Algunos vienen con la intención de pasársela bien, conocer lo que hay en tu ciudad, ver en qué condiciones vives o si piensas quedarte de solterón para toda la vida. Otros, como traen sólo un necesere (estas palabras en francés siempre se me dificultan), parecieran sólo ir de paso, por el contrario, los hay que parece que pondrán un plantón en tu casa para protestar por el calentamiento global. Más atrás llegan quienes pensaron que tu casa parece el Ritz y tuvieron la puntada de invitar a su familia política o a unos cuates que se les pegaron en el camino. Posteriormente, bajo el influjo de no sé que brebaje, los que piensas que se quedarán para todos los días que les resta de vida o que vienen a entregar el equipo con quien más confianza le tienen. Y los que creen que estás para las competencias y safaris que se les ocurra, en los días en que tomarán tu casa como campamento.
Paciencia, condición física, un closet inmenso y razones bien fundamentadas sobre los beneficios de la soltería, son herramientas que debemos desarrollar durante el año, si queremos sobrevivir a las visitas. Aunque, si así han de visitarnos, visítennos al menos.
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