miércoles, 12 de enero de 2011

Co to mi des de aprdr

Algunas veces en clases me tomé la libertad de asegurar que un pueblo sin identidad carece de iniciativa; por otro lado, hay iniciativas que apuntan exactamente para el lado contrario. Me explicaré, hay acciones que supuestamente están encaminadas a hacernos aparecer como auténticos, lo cual no implica necesariamente inventarse códigos exclusivos cuando no se dominan los que ya están establecidos.
Ayer estuve escuchando una discusión algo bizarra, en el noticiero de Panorama Informativo,  sobre el uso de contracciones a la hora de mandar mensajes por celular; ésta se concentró en el entendido de que era mejor hacerlo así, pues ahorraba tiempo a quien los mandaba, afirmación sostenida por Carlos Muñoz, la parte contraria, creo que fue Iñaki Manero, aseguraba que eso no era cierto, pues él podía enviar mensajes a la misma velocidad, usando palabras completas, que si escribiera con las dichosas contracciones.
Transitaron también sobre que ese código fue inventado exclusivamente para los celulares (hay que entender que para el mensajero también), por lo que si se considerara que no está bien, el mismo juicio debería servir para la taquigrafía.
Aquí fue donde me engorilé y me puse del lado de Manero, clara identificación por edad por supuesto. No creo que haya que igualar al uso de la taquigrafía con el de las contracciones en el móvil, puesto que quien sabe usar la primera, respeta todas las reglas ortográficas, mientras que quien usa la segunda, hace gala de todas las faltas de ortografía que puedan existir.
El ahorro del tiempo no es un argumento sustentable en la medida de que, si no se sabe escribir, por supuesto que aunque se coman letras, nunca se agilizarán las conversaciones. El móvil debe funcionar como el telégrafo, pero economizando en las estructuras gramaticales, no mutilando palabras. Moraleja: hay que aprender a decir las cosas con las palabras exactas en número e intención. Si no, ¿cómo diríamos salud? Pecadores.

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