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Además de comer guacamayas e irle al León. Foto: BAER |
Según entendí, León se fundó con la finalidad de detener los conflictos entre dos asentamientos que eran El Coecillo y lo que ahora se conoce como el barrio de San Miguel; cierto o falso se tiene como fecha de fundación el año de 1576 y a casi quinientos años de ese hecho, valdría la pena dar un repaso, no a su historia como tal, sino a lo que pudiera representarnos el tener a la aún quinta ciudad más importante del país. Por supuesto, no realicé una encuesta para tener la opinión de los cuarenta y cinco municipios restantes, sólo expondré mi experiencia personal que abarca poco más o menos veinte años, una primera etapa que va de 1982 a 1999 y una menor que va del 2010 al 2014, dos partes que me permitieron observar la transformación de una ciudad que no se resigna a perder sus aires provincianos.
Habrá aún mucha animadversión contra los pobladores de esa ciudad, pero hay que aceptar que la mayor parte de los contras se han inventado desde la ignorancia o, peor aún, desde a tribuna de un estadio de fútbol. Seguramente hemos oído que el tomar decisiones o emitir un juicio de valor cuando nuestros niveles de excitación son elevados resulta contraproducente, pues imaginemos calificar a todo un pueblo desde el prejuicio emanado de la experiencia ajena, sin más referencia que un evento negativo o una mala interpretación de algo que se vio o escuchó en una reunión cualquiera, algo que podría causarnos indignación y, por lo tanto, querer actuar en consecuencia. Imaginemos ahora que eso mismo pasa en contra de cada uno de nuestros municipios. ¿Qué? ¿En realidad pasa? El precio de vivir en un estado tan regionalista.
Fuera de eso, León, Gto., me significó un nivel más alto de autoexploración, algo que todos los que salimos de nuestras casas a temprana edad, experimentamos primero, porque no nos quedó de otra y segundo, porque es la manera de comprobar que lo aprendido en el hogar está bien cimentado puesto que cada día significa una prueba en todos los rubros de la convivencia en sociedad; la ciudad en los ochenta, mantenía un sabor provinciano único, con las ventajas de la economía fuerte y estable hasta cierto punto, lo que les daba a sus pobladores una visión de oportunidad abierta para todo aquel que se interesara en integrarse, a pesar de su muy marcado regionalismo. Ser de León sí da un status especial, no mejor ni peor que el de otros municipios, sólo especial. Salud.
Beto
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