Fueron dos días en que el mundo se desdibujó del todo; decidí seguir el consejo de una buena amiga y desde ahora me tomaré dos días de descanso con el fin de que no se me seque el cerebro y que las ideas fluyan de mejor manera. Ya me veía con ortopedias mentales al final del año, pues quizá mis expectativas de convertirme en un viejito gruñon se vieran cumplidas prematuramente.
Aunque no he decidido del todo cuáles serán esos dos días a los que hago referencia, creo que los más viables están entre sábado y domingo, lo que no implica que no publicaré en absoluto, sólo dejaré de escribir. Quizá los use para compartir alguna fotografía extraviada en los confines inexpugnables de mis cajones del escritorio.
Creo que será lo mejor, desde mañana, sólo escribiré de lunes a viernes y los fines de semana estarán apartados para algo más amable. Eso espero al menos. Ofrezco disculpas por haber dejado en blanco los anteriores dos días, pero la meditación sobre la conveniencia de esta desición ahora tomada, requería de todas mis neuronas, que al parecer van en franca huida.
La inversión que hice durante las cuarenta y ocho horas de ausencia editorial, la comentaré mañana. Tenía que acomodar mis pensamientos para que la emoción no me hiciera presa de una euforia inestable y por lo mismo, mal encausada. Posiblemente hubiera salido, sin darme cuenta, sin pantalones a recibir el sofúl y Judith no tenía porqué andar soportando mis miserias. En fin Norma, como verás, a veces te hago caso. Salud.
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