Acabo de echar a perder una de mis más queridas camisas y aunque no soy muy apegado a las cosas, sí me dolió no haber podido seguir las instrucciones de pegado de la etiqueta que me había propuesto adherirle. Está visto que lo mío no es la plancha; lo peor de todo es que ya no tengo prenda alguna donde pegar la otra.
Es posible que las oportunidades en la vida sean así, de una sola vez. entonces sea por eso que todos andamos parados de pestañas, tratando de que nada se nos vaya por el legendario caño. Y esto no es exclusivo de los individuos; las instituciones (de cualquier índole) están que no sienten los treinta y ochoc grados a los que estamos expuesto en estos días.
Sólo que pensar en apuntar nuestros esfuerzos hacia la obtención de satisfactores inmediatos, bajo el clima prevaleciente tanto en lo físico como en las relaciones sociales y económicas, supone el sacrificio de todo lo que nos importa por aquello que nos urge o que de plano, les urge a los demás; así nos enfrentamos los unos a los otros en una batalla sin armaduras.
Y sin camisas, el plan que tenía para mañana se vio trunco, pues ya no tendré la oportunidad de lucirme como lo tenía pensado. No sé con cuantas tendré que experimentar para que el pegado de las etiquetas me quede perfecto, es posible que la mitad de las prendas se vean en el mismo detino que la primera, así tendré buen pretexto para cambiar de guardarropa, ups ¿y el dinero para ello? Salud.
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