lunes, 11 de febrero de 2013

¡Ah que los cambios!

Regresé a esta dirección porque no tengo idea de qué fue lo que pasó con la otra; está visto que la tecnología me juega malas pasadas de vez en cuando y no hay manera de que nos conciliemos. Y es que intenté recuperarla, pero por más esfuerzos que hice, nada que me hacía caso la página a la que me enviaba el servidor.
Vuelve a acosarme el fantasma del sospechosismo, pues con esto de que todo mundo se mete en lo que no le importa de una manera velada, ya no se sabe si lo que hice fue cometer un error o "alguien" se tomó la libertad de apropiarse de lo que no le pertenece, dejándome con un espacio menos para ejercer la libertad de expresar lo que pienso.
Claro que no me creo tan importante como para creerlo del todo, ¡pera se ha visto cada cosa! Seguramente a todos nos agarró de sorpresa que Joseph Ratzinger haya puesto su renuncia al papado, algo que quizá debió hacer desde hace dos o tres años, pero tomemos en cuenta que se había anticipado desde la Santa Sede que éste sería un periodo de transición.
Dicen que todo cambio es para bien, sin embargo, quien vaya a ocupar la silla de Pedro, tomará una iglesia convulsioinada a la que deberá poner en cintura o convencerla de que debe adaptarse nuevamente a los tiempos que vive -cosa que ha hecho a lo largo de su estadía en el planeta. Una de dos, o toma una nueva dirección o le toman por sorpresa el mandado, como pudo suceder con este Flagelo. Salud.

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