¡Viva México! ¡Hic! Ya me estaba tardando, así que no les extrañe que desde este día me ponga una guarapeta de muy padre y señor mío. El pretexto lo tengo claro, desde las cavernosas conciencias populares, recordar a nuestros héroes es una obligación que exige todo nuestro fervor patrio. Los niños de Chapultepec, el niño artillero, el cura de Dolores y cualquiera que haya dado su vida en aras de mantener este bendito territorio dejado de la mano del capitalismo, deben estar esbozando una sonrisa entre sardónica y lastimera porque no hemos podido ponernos de acuerdo en cómo ver sus acciones. Hay versiones encontradas sobre la valentía de unos, las oportunidades de otros o las intenciones de aquellos, nos ponen en una disyuntiva: o nos creemos todo o apelamos a toda nuestra capacidad de escepticismo. La burra no era arisca... Las formas no son las adecuadas, cuando nos cuentan la historia nacional, nos queda la sensación de que no nos dicen el chisme completo y las verdades a medias, son más peligrosas que las mentiras. Pero nos esperan los tamales con la tía solterona o con la abuelita patriota; hay que llegar temprano.
Cuando ya no queda pan que repartir, pues cápsulas de circo. Seguirán los festejos y preparémonos para el confeti tricolor, las cornetitas subalternas y los gritos histórico-pendencieros. Sólo la verdad nos hará resistentes. Salud.
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