miércoles, 6 de octubre de 2010

¡Ah! Pero eso sí...

Las cosas toman su cauce; aguas mansas aparecen a lo lejos. Aún no salgo de las deudas pero al parecer los tiempos aciagos van en franca retirada. Parece más un deseo que una realidad, sin embargo, no debo claudicar, mi mamá no crió niños agachones. Creo que el rasgo más desesperante de un pueblo, es que sea conformista, además de que intente justificar tal conformismo con bravuconadas dirigidas desde lo más recóndito de una inteligencia inferior.
Este bendito país tiene la extraña facultad de hacerse de los servicios de los más insospechados inútiles para todas las tareas que se les encomienda. Nacionales o extranjeros, no importa su origen, nos empecinamos en poner nuestros destinos bajo la custodia de engendros administrativos, neófitos súper galardonados en cuanta academia patito surge de la nada, interdictos condecorados por Juan de la Pitayas. La leyenda de doña Marina en pleno.
Los resultados de todo ello se evidencian en todos los ámbitos de nuestros precarios desarrollos materiales e intelectuales. Grandilocuencias van y vienen y seguimos en las mismas. No haré preguntas absurdas, total, no hay quien me las conteste. Sólo me uniré al concierto de porras institucionales rejurgitadas desde los medios que únicamente exacerban nuestra tradicional espera de que alguien sea el primero en cambiar y avanzar.
Así que, como dijo Mauricio Garcés: "mientras haya fulminante, fuego, fuego y adelante".

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