Toda dependencia puede ser frustrante, la tecnólogica hace que esa frustración se manifieste de inmediato, puesto que representa una utilidad o un satisfactor momentáneo. En las múltiples escarausas que tengo con la red, he recorrido todas las texturas de tal sentimiento, desde la simple espera a que a su majestad el ordenador se le dé la gana de correr un programa, hasta quedarme cruzado de brazos lleno de estupefacción viendo cómo se abren y se cierran ventanas en la pantalla.
A veces me da la impresión de que las másquinas se regodean percibiendo mi desesperación. Los riesgos de frustrarse aumentan en la misma proporción en que las filas de hakers (eufemismo para nombrar a los metiches cibernéticos) se engrosan, quienes además de no apreciar la privacidad, hacen alarde de toda su ociosidad para entorpecer la vida virtual de gente que ni conocen. Joder, diría mi bisabuelo. Es posible que en medio de esa manifiesta idiotez virulenta, estén felices por haber gastado una "broma" de la cual no pueden ver el resultado. El vandalismo tiene varias capas de cobardía y ésta, lleva en su interior la contradicción de hacer algo que en términos reales buscaría la notoriedad, pero que está condenada al más severo anonimato.
La vida está llena de inútiles, pero ¿por cuáles mecanismos se reproducen?
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