En alivio de mis paranoias, me enteré de un movimiento que afecta directamente a mi economía. Como los genios de las finanzas abundan por doquier, resulta que mis pesares no se remitían exclusivamente a la amenaza de quedarme sin trabajo, sino que además debo alinearme a una táctica para la manutención de la imagen institucional.
Como profesor universitario, no puedo ganar más que lo que gana un administrativo (esto se lo sacaron de la manga en algún momento los que manejan los destinos de la escuela donde laboro), por lo que, en lugar de aumentarles el sueldo a sus empleados, decidieron que era mejor rebajar las horas a los profesores.
En términos neoliberales tendríamos aquí una soberana contradicción; por un lado, resulta entonces falso que si trabajas más te pagarán más; por el otro, no se trata de que vivas bien con lo que puedas ganar, sino que para no verse jodidos hay que joder a los demás. Esto sin contar con un manejo financiero que pone en tela de juicio el beneficio de trabajar por hora, pues resulta que el beneficio se ha visto disminuido considerablemente.
Y el personal ¿se dará cuenta de la poca estima a la que los están sometiendo? ¿O sólo soy yo? Conste que aún prevalece la vigilancia sobre si tengo alguna relación non grata en mi haber.
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