Inicio de semana y el clima nos recibe como el ánimo nacional: frío. Algunos ya empezamos a tronarnos los dedos tratango de urgar en nuestras inquietas cabecitas de dónde chi... vamos a jalar dinero para nuestras alforjas. Ahorrar resulta una quimera, no hay sobrantes que aguanten las escaladas de gasolinas, los aumentos de los precios en los básicos, ¡las colegiaturas!
Al parecer, mis hermanos gozarán de un abrazo muy afectuoso de mi parte, porque de regalos, nada. Lo peor del caso es que corro el peligro de que se me vuelva costumbre el no dar obsequios; me propondré como el paladín del "regale afecto, no lo compre"... una vez más. Aunque podría hacer gala de mis dotes histriónicas o de mis habilidades para hacer manualidades, pero hace frío. Los dedos ya no responden tan eficientemente como antes (ja, ja, ja, la edad puede ser un muy buen pretexto), la vista se hace cada vez más genital y la flojera permea cualquier horario.
En el último de los casos, empezaré a cobrar a todo aquel que me deba dinero. Es cierto que no será mucho, pero podría alcanzar para los moños o el cafesito final de las cenas. San PROFECO debe tener algunas recetas para apaciguar conciencias navideñas venidas a menos. Asalariados no ahorradores del mundo, uníos.
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