Sus caritas se iluminaron nuevamente al contacto con un público más cercano; literalmente se les podía sentir en cada movimiento. La plaza Cibeles fue ahora el escenario para que las chiquillas de la Academia de Danza Arlequín lucieran sus mejores pasos; tenía que estar presente pues mis sobrinas la "mugritas" y la "greñitas" como las llama mi padre, volverían por sus fueros.
Fue un marco muy cálido en cuanto a la curiosidad de personas ajenas al evento y el apoyo de los familiares de cada bailarina, insisto, la cercanía con el escenario, tuvo mucho que ver. Otra cosa que pude constatar, es que somos un pueblo ávido de arte, en sus muy diversas manifestaciones; no importa cómo venga envuelto, no llama la atención y tratamos de disfrutarlo a la menor provocación por lo que, en mi desbocada imaginación, me pregunté si ¿no era posible que tuviéramos los escenarios suficientes o al menos uno digno para que se hicieran este tipo de representaciones?
Digo, un centro comercial, por muy concurrido que sea, no parece ser un espacio específico para la libre expresión y, aunque estamos facultados para ver nuestro reflejo social en cada manifestación artística, creo que ésta misma se vería beneficiada si estuviera acogida por un recinto adecuado. Nos gusta el arte, participemos de él o sólo seamos simples espectadores.
Las cavilaciones se esfumaron de pronto pues se me atravesó una minifalda; ¡ah, pecadores! fue porque se me hizo raro ese atuendo en plena época de frío, mmmh. Salud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario