La sabiduría popular hizo su parte otra vez; después de tanto escuchar remedios caseros en contra del color de cabeza, decidí seguir algunos y sorpresa, alguno dio resultado. Claro que no sé exactamente cuál pues experimenté con casi todos, sólo me faltó el del jarabe de clavo porque no tengo esa especia. Lo más interesante de todo fue sentir que me trasladaba hacia la edad media a un laboratorio de algún alquimista desconocido.
Brebajes, pociones, invocaciones y cero dalay, para que no dijeran que me estaba drogando. Las carreras a la cocina y al cuarto estuvieron de a peso, que pon medio litro de agua a calentar, que coloca tres ramitas de laurel, que cobíjate con un paño limpio, que esto, que lo otro... Al final de cuentas, creo que de todas maneras no hubiera pasado un examen antidoping.
Me envolví como tamal también. Debo decir que eso mermó en un muy buen porcentaje mi habilidad para manejar herramientas y cosas pesadas. Tiré un florero y tuve que descobijarme para recoger el tiradero. Eso sí, todo dentro de un marco musical, estuve escuchando rock and roll, para darme una idea del disco que le prometí a una amiga que le quemaría. Después de todo el circo, creo que el dolor de cabeza de ayer, se redujo a un solo tópico, cubrirme del frío, así que, para el alivio que sentí hoy, mi gorrito de los vaqueros de Dallas cumplió con su cometido. Ahora sí, salud.
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