miércoles, 23 de febrero de 2011

Es el colmo

De que los hay, los hay; ahora resulta que no debo quejarme porque mi casi miserable sueldo debe alcanzarme para todo, porque si no es de esa manera, no pasaré de ser un chillón que gasta a lo tarugo. Viendo tal afirmación en perspectiva, viniendo del ronco pecho de Ernesto Cordero, tendré que verme ecuánime, respirar profundo, mantener la calma, entender el porqué lo asegura y despues, con toda la educación que me caracteriza, mentarle la madre.
Quisiera ver que, con todo y su cuerpecito, tratara de vivir en un espacio similar al que yo debo adaptarme, comprar sólo algunas veces las cosas que requiere cualquier persona para tener una vida decorosa, intentar bañarse en un espacio de menos de sesenta centímetros de ancho y, por supuesto, pagar las deudas acumuladas por una banca voraz que no permite ver completos los pocos pesos que se obtienen cada mes.
Pero claro, qué puede saber alguien que tiene su vida resuelta, que goza del presupuesto federal, gracias a no sé qué tantos acuerdos hechos desde la Secretaría de Hacienda. Si se desdijo después, ya no es de mi incumbencia, la burrada está dicha.
Pudiéramos cambiar de trabajo y lugar de residencia por un pequeño periodo, quizá le sirviera como régimen para que mantenga una "sana figura", pero sé que, aunque yo tuviera la suerte de que leyera estas líneas, tal propuesta quedará en el olvido. No brindo por eso.

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