Todavía no agarro ritmo y eso que ya estamos en plena tercera semana de labores; algunas partes de mí ya entendieron que deben levantarse a tiempo pero creo que a mi cerebro no le queda claro. Independientemente de eso, el periodo promete; hay dos o tres cosas interesntes en el horizonte laboral que me mantienen entusiasmado, cuando estoy despierto. Algo importante cuando se requiere de ser creativo.
Esta última palabra, me parece algo atropellada cuando va acompañada de ciertas creaciones, que más que originales, parecen aberraciones de la naturaleza. El otro día casi me fui de bruces cuando, semi dormido como me levanto, escuché la quintaesencia musical del romanticismo actual, donde casi con estas palabras trataba alguien de convencer (espero que a otra) de que compartieran la vida juntos: "quiero que te vayas a vivir conmigo".
El punto no es lo que dice, puesto que no voy a atacarla por lo abierto de la propuesta o no, sino que me pareció del todo absurdo que, de casi dos minutos y medio que dura el engendro, la mitad se la pasara diciendo esa misma frase. Eso sí, cambiaba la entonación un poco en cada pronunciación, pero al parecer, siguió al pie de la letra el adagio de que si repites algo muchas veces, terminas por creerlo.
Dentro del espectro de la creación, la música parece ser la más utilizada para mostrar las carencias de lo mismo, si no, que le pregunten a Juan Gabriel -con perdón de todos sus admiradores, que espero no me lean- si no resulta remunerativa la repetición. Para nada, nada, nada, nada, nada, que no. Salud.
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