La era cibernética avanza como si nada en la autopista de las necesidades creadas por el mercado de los sueños; ahora puedes comprar lo que quieras en la red. Todo está ahí, desde un clavo hasta un edificio de departamentos y el horario no importa. Desvelados o desmañanados, teniendo una terminal de internet cualquier producto queda al alcance de la mano.
Las oportunidades de compra se multiplican en la medida en que abrimos páginas, cada una de ellas trae irremediablemente una lista de accesorios, artículos terminados, refacciones, juguetes de todo tipo, en fin, inclusive el paladar se verá beneficiado con sólo teclear las palabras correctas.
Y ahí es donde, debemos tener cuidado para buscar exactamente lo que queremos; en cierta ocasión, disfrutando de unas merecidas vacaciones, me encontré conque una linda mujer me había enviado una solicitud para ser mi contacto en el mensajero, como no tenía idea de quién era, tardé un poco en aceptar dicha solicitud. Pasaron casi seis meses y en otro periodo vacacional volví a tener noticias de ella, esta vez ya con el contacto aceptado; curioso como soy y pensando en hacer una nueva amistad, le pregunté que qué hacia a las nueve de la noche, a lo que me contestó que trabajando.
Me disculpé por no haber contestado con anterioridad pues el trabajo me había absorbido totalmente pero que ya estaba ahí para lo que se le ofreciera. No reparé en los monosílabos con los que me contestaba, hasta que en un alarde de lucidez, le pregunté por la naturaleza de su empleo. Todo tuvo lógica, el nombre raro en su dirección, la hora en que se conectaba, las palabras escuetas como respuesta a mis disculpas, era na desnudista de la red. Lo que debe haberse reído por mi ¿inocencia? No vuelvo, ja. Salud.
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