viernes, 25 de febrero de 2011

En tierra de videntes, un ciego fue rey

Quedé mudo de la impresión y no fue hasta que pasaron treinta minutos, dos flautas y cinco sorbos de sangría, que pude mencionar lo grato que me resultó el haber escuchado a una orquesta sinfónica integrada por niños de León y Guanajuato, además de un coro polifónico de Querétaro compuesto en su mayoría, por niños invidentes. Los nombres se los debo, pues con la emoción, los he olvidado.
El repertorio fue variado, la mayor parte del público presente en la explanada del Centro Cultural Guanajuato, pudo seguirlo sin ningún problema; viajamos desde la música clásica, hasta la tradicional mexicana. Para mi gusto, el clímax llegó con la interpretación de la Rapsodia Bohemia de Queen, donde las voces de los queretanos se alcanzaron un diez. Difícil, si recordamos que no usan instrumentos.
Uno de esos jovencitos, en un alarde de capacidad convocatoria, hizo que el respetable les siguiera con sus palmas, dando al traste la sentencia de "guiados por un ciego..." puesto que lo realizó de manera magistral.
Las voces alternadas con los instrumentos, llenaron el espacio de notas universales traídas hacia lo autóctono. La magia del arte significa hacer nuestro y significativo lo que pareciera ajeno. Ya después vino el regreso a la realidad, que si bien no es del todo florida, después de lo visto y escuchado, adquiere un tono más lindo. Sólo espero que el remate de los antojitos mexicanos no traiga consecuencas funestas. Salud mil veces.

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