Lo apacible de un día domingo no se altera con cualquier cosa, se requiere de algo realmente grande para que el séptimo día se vuelva caótico. Algunas veces se presenta de manera imprevista, otras tantas, lo esperamos durante toda la semana y, cuando se llega el momento, la emoción nos paraliza. Pero en esencia, el domingo es el domingo.
Las opciones para invertir nuestro tiempo, aumentan en cuanto nuestra curiosidad nos mueve a averiguar qué hay de emocionante por hacer. Clasificamos según nuestras capacidades físicas, emocionales y económicas y cuando topamos con alguna que reúna las tres características, no hay poder humano que nos haga desistir de llevarla a cabo.
Por supuesto, nada tiene más valor que poder compartirlo con alguien; una compañía puede hacer que la experiencia sea inolvidable, enriquece de tal manera lo que percibimos que nos volvemos capaces de valorar cada detalle en su justo tiempo. Las referencias que tengamos de todo ello, llevarán impresa irremediablemente la cara de los que nos hicieron compañía.
Tengo nostalgia otra vez, cada rincón de los lugares que he visitado, las comidas que he disfrutado, las fiestas en que he participado, tienen el sello imborrable de cada sonrisa provocada o involuntaria por lo que dije o hice con todos ellos. Lo que me anima a seguir buscando esos momentos. Copa de tinto en mano. Salud.
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