Ayer me obnubilé y solté lo que pudiera considerarse un grito catártico desde lo más profundo de mis entrañas; es que hay cosas que no deben dejarse pasar porque luego se enquistan y para sacarlas, ¡ah cómo cuesta! En fin, ya calmado y después de terminar con mi primera clase del segundo módulo, estaré enfilándome a las lejanas tierras de Santa Cruz de Juventino Rosas.
El motivo: revisar todo los defectos de fábrica que se me han ido manifestando en los últimos años y que recaen en todo mi sistema óseo. Lo bueno es que en la familia tenemos un amigo muy bueno en las artes de componer huesos y, siendo como es, quizá hasta tenga por ahí alguno de esos milagrosos que se repartían en los sexenios gobernados por el PRI.
El caso es que desfilaremos por su consultorio desde mi padre, hasta mi sobrina que debe usar alguna especie de zapato ortopédico; con suerte a mí sólo me recetará un bastón. Debo ir haciendo mi lista de males para que no perdamos el tiempo buscando las fallas en las coyunturas, como diría mi tía Chayo. Si acaso pudiera volver a correr, al menos unos kilómetros sin el dolor de rodillas, me daré de santos.
Claro que el tiempo no perdona y lo apelmazado no se me va a quitar, por mucho X-Ray que me tomara; por lo pronto, Dr. Matínez, aquí le vamos con todo el fervor patrio que nos caracteriza, para que inclusive, nos tomemos la acostumbrada copita de... de lo que sea, con ese tipo de compañías, todo es bueno. Salud.
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