De entre las cosas que me reconcilian con la vida, está el café; últimamente lo he extrañado por cuestiones de horario y porque significaba un buen pretexto para compartir algunas palabras con los compañeros del trabajo. Además, así podía ser reconocido por la calidad del que me manda mi tía Teresa desde Xalapa.
Beber café soluble es como tomar garbanzo molido, puede que tenga el aroma, pero nunca el cuerpo o el sabor del original. Como menciono renglones arriba, este brebaje nos permite socializar, convertirnos en seguidores, mantener cercanía, ostentar una imagen de intelectual y hasta el regocijo de saber que compartes algo concreto con otros. ¡Muérete de envidia Facebook!
Las despedidas o las bienvenidas con café saben menos a tristeza y más a gusto por vivir; puede que tenga más beneficios que los que anuncian los científicos de la salud o quizá menos perjuicios que los que enarbolamos los afectados de gastritis. De cierto sé, nadie me lo contó, que detrás de una taza, puedes encontrarte de todo, un cuestionamiento, un buen deseo, unos ojos hermosos, una sonrisa tímida, un deseo reprimido, la eliminación de una borrachera o una propuesta que sonrojaría al mismísimo Marqués de Sade.
No hay que darle demasidas vueltas para encontrar razones y beber café; en estos días he de encontrar las formas de etiqueta para hacerlo adecuadamente, claro que si alguno de ustedes la encuentra primero, no tenga escrúpulos en compartirla con quienes adoramos los momentos que brinda esta bendita infusión. Y para darle cuerpo al escrito... Salud, con café.
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