lunes, 14 de marzo de 2011

Medio minuto y una quimera

Desde la comodidad de mi sillón, practico el bello arte de la meditación. No es cosa fácil si tienes enfrente de ti la televisión con varias imágenes perturbantes sobre el tsunami en el Japón, algún reallity plagado de neuróticos agresores, superhéroes emanados de la imaginación calenturienta de americanos que se suponen los salvadores del universo o bailarinas que muestran, además de su anatomía, los placeres inalcanzables por nosotros, los simples mortales.
Pienso en lo que podría ser este mundo si me hubiera dedicado a otra cosa que no fuera mi actividad actual, lo que hubiera hecho si hubiera seguido el camino del deporte profesional o qué si creyera en la suerte. Las fantasías de esa índole me duran poco más o menos treinta segundos, pero repaso en ellas todo lo que cualquier ser humano desearía para sí mismo y para los suyos.
Así, he comprado como trescientas mansiones, le he dado la vuelta al mundo como dieciocho veces y he anotado más goles que Pelé, Maradona, Cruiff y el Chicharito juntos. En algún momento de extrema alucinación onírica, he descubierto la cura contra el SIDA, el cáncer y la gripe común. Esto cuando me la paso toda una tarde de domingo encerrado en casa.
Ayer no fue así; una llamada telefónica me salvó de revivir todo lo anterior. El café solucionó varios de los reajustes que me encantaría realizar a este mundo. Lo mejor de pensarlo, es que pude compartirlo con una buena compañía. Quedamos en repetir la experiencia, prometiendo nuevas soluciones y quizá, propongamos algo que ayude a este país a salir del hoyo. Un rato para sentirnos importantes o totalmente safados de la realidad. Salud.

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