miércoles, 16 de marzo de 2011

Si ves a tu vecino...

Ya puse mis barbas a remojar; la vida da señales que dememos tomar como lo que son, avisos de la finitud de nuestra existencia. Ayer tuve a bien presenciar una plática no del todo edificante en cuanto al resultado implícito, pero que requiere de mucha valentía para asumir que algún día debemos dejar nuestro lugar para que lo ocupen otros.
Ni por aquí me pasó que estaría tan cerca de Gayosso, los días siempre habían sido el mejor pretexto para elevar loas al estar vivo. Sin embargo, la previsión de la muerte se plantó ante mí como algo ya real. Sí he tenido seguros de vida, de esos que tienen gastos funerarios, pero de eso a ya ser dueño de u espacio donde te entierren cuando fenezcas es otro cantar.
A pesar de la confesión de mi padre de que estos temas no le gustan de ningún modo (¿a quién preguntaría yo?), significó un avance muy importante, tanto para él como para este humilde mortal que les escribe; estoy seguro de que la idea de tener en orden la última morada fue de mi madre, ella sí es más entrona para todo.
Pensé en que mi idea de asegurar el dinero para cuando me muera y no dejar deudas de velatorio, carroza, cremación y demás linduras que ya no disfrutaré en persona, había quedado guanga. No es lo mismo "ahí lo compran cuando ya no esté", que "aquí está todo, sólo me entierran".
Sólo en dos cosas pude estar totalmente de acuerdo, el final debe ser una fiesta y qué mejor que dejar todo preparado para que no se olviden ni de los hielos. Olé y salud.

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