martes, 26 de abril de 2011

Como diría Carlos Gracia...

Yo no creo en las brujas, pero de que existen, existen; las medicinas no están haciendo la función que se esperaba de ellas. El dolor de espalda sigue tan campante, que ya hasta quiero poner una fecha conmemorativa para festejarlo en los años venideros. ¿No será que por ahí anda una hechicera que quiere venganza sobre mis muy desgastados huesitos?
Motivos deben tener algunas como para haber pensado que provocándome un dolor así, estaré pagando lo que les haya hecho, si es que algo les hice. Pudo ser también un accidente de esos que no tomas en cuenta, porque en su momento no representaron riesgo alguno y que, posteriormente, cobran factura con la edad.
O es posible que los arranques de juventud de los que he hecho gala en los últimos días, sean el recordatorio de que los músculos se van acabando y el horno ya no está para bollos. Maldito tesoro, te fuiste. Lo bueno es que no tengo obligaciones que representen un esfuerzo físico marcado, ya que tendría que realizarlos con bastón en mano y silla de ruedas alternativa.
Mientras los días de asueto se van diluyendo en actividades dignas de un asilo, con el entusiasmo de las honorables momias de Guanajuato, abajo se oye el ladrido de un cuadrúpedo canino que intenta afanosamente seguirle el paso a un automóvil. El delirio me hace desear seguir al perro.
En fin, no queda más que esperar a que la espalda sane para poner mis esfuerzos en otra cosa que no sea la televisión. Creo que mis parientes tuvieron el toque necesario para olvidar los achaques y que no estuviera tristeando frente al monitor. Solo no es placentero decir salud.

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