Los trastes están que se desternillan de la risa, no soy capaz ni de levantar un plato para dejarlo en el fregadero. La sala reboza de polvo y mi recámara... ésa sí está más decente. Estoy como león enjaulado viendo cómo se alejan mis planes de vacaciones. Si no fuera porque sigo al pie de la letra la sentencia de mi padre, mis ánimos estarían visitando a los trabajadores mineros.
Él lo dice más o menos así: "se aburren los tarugos"; y como yo no soy ningún tarugo, pues me busco la manera de someter el tedio. La imaginación viene en mi auxilio y nos preparamos para tres caídas sin límite de tiempo. El aburrimiento se apoya en la somnolencia y los cuatro estamos expectantes al toque de la campana.
Comienzan las hostilidades; inmediatamente recibo a mi contrincante con unas "patadas voladoras", éste se defiende como gato boca arriba, pero le aplico una "doble Nelson"; responde con una "quebradora" y contraataco con la "tapatía". Casi para que el referee dictamine un salomónico empate, culmino mi obra con el "tirabuzón". Se oyen las tres palmadas y gano.
Sudoroso pero satisfecho, me dispongo a reestablecer mis fuerzas, enciendo el televisor y casualmente me topo con Castle -el escritor que se dedica a ayudar a una policía a resolver sus casos, ya que él ha publicado varias obras de ese corte- no puedo decir que es una obra maestra, pero me identifico por el tipo de novelas que produce.
De ninguna manera puedo decir que yo las haya hecho, ¡pero cómo las he leído! Cuando descubrí a Sherlock Holmes, la vida tomó un nuevo cariz. Lo que me recuerda que no he avanzado en el macro cuento o mini novela (como quiera verse) que comencé hace algunos días. Puede ser el pretexto para enfrentar otro round en contra del aburrimiento. Copa de vino tinto, pluma, hojas Petra. Salud.
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