martes, 12 de abril de 2011

Cuidados del puerquesito.

Los deseos de volver a jugar tienen cierta merma: me duele todo. La espalda es la que más se ha dado a la tarea de recordarme que ya no es el año de 1983. Hace veintisiete años la actividad física me hacía lo que el aire a Juárez (creo que murió de angina de pecho), por lo cual no tenía empacho en realizar piruetas como si fuera lo más normal.
No me siento como si ya nunca más pudiera mover un músculo, lo que intento es organizar mis pensamientos y darme cuenta de que la velociadad de recuperación cambió. Y mucho. Creo firmemente en que si prosigo, tendré resultados aunque no inmediatos como me lo imaginé hace dos semanas. Si bien dicen que el corazón no envejece, el cuero es el que no ayuda.
Lo que me hace pensar, ¿cómo van a hacerle los que, en estos años, no mueven ni un dedo? ya no digamos practican un deporte. Antaño pensé que con el boom del acondicionamiento físico (Jane Fonda no me dejará mentir) el mundo se enfilaría al culto del cuerpo con un mayor ahínco que el de mi generación, craso error.
No sólo no se ha seguido ese camino, sino que hemos dado marcha atrás en el proceso. Somos el país número uno en la producción de gordos, lo malo es que ahora ya no son simpáticos pues se han vuelto roñosos y ásperos en su trato. Bueno, no todos.
Me alegra sobremanera no haber nacido en la década antepasada; imagínense, tendría que ayudarles a todos los futuros profesionistas a cuidar a un ejército de rollizos cuerpos a mantenerse vivos. Con lo caros que saldrán. Ajajá, por eso ahora se han estado preparando para brindar con bebidas de a litro, lo sé todo. Preferirán estar borrachos. Salud.

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