lunes, 11 de abril de 2011

También de gozo se llora.

Si no es por un lado, lo es por el otro; La cuestión es que la vida nos da ciertas pistas para que vayamos midiéndole el agua a los camotes. Como puieden suceder cosas buenas que nos hagan valorar nuestras vivencias de forma reivindicatoria, como por el contrario, pasemos las de Caín por eventos nada deseables.
Este fin de semana fue rico en estímulos. Pude ver la esperanza y la concordia en los ojos de mi hermano. Tomó para sí la iniciativa de asistir a un encierro espiritual (nada religioso), donde pudo encontrarse con una parte de él que consideraba, había perdido. Lo noté en sus ojos porque cambiaron de la desesperación a la tranquilidad.
No diré que fui una fuente de inspiración o que siquiera lo animé a que fuera; la verdad me enteré en el instante en que mi madre me pidió que le escribiera una líneas de apoyo. La decisión ya estaba tomada. El recibimiento fue como lo acostumbramos, con comida, faltaba más.
Pagué el precio y eso que no cimí más de cinco tacos, esos sí, muy buenos. Por otra parte, enterarme que lo que mis papás habían invertido en la educación de su nieto está casi por irse en un caño, puso el contrapeso para no olvidar que vivimos en un mundo convulsionado Quizá no lo veamos en un tiempo, quizá nunca más. Tendremos que estar preparados. Salud por unos y por los otros también.

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