Las esperas pueden desesperar si se aúnan a la falta de comunicación; seguramente olvidé confirmar mi cita de ayer y me confié a que no suelo necesitar de repetir lo que ya acordé. Problema, por suponer que todo mundo maneja su tiempo igual que yo. Ahora que lo recuerdo, yo no manejo mi tiempo, sólo sigo el curso del ritmo social.
Con eso de la adpatación a la que debemos someter nuestros impulsos productivos, no llegamos a considerar los imponderables, por ejemplo, no recordé los trabajos que se están realizando en la avenida Guerrero, por lo que tuve que dar dos vueltas para encontrar un lugar donde estacionarme. Tampoco imaginé encontrarme con una escuela preparatoria incrustada en una plaza comercial.
Bueno, si hay una universidad que aprovecha los cascarones de tiendas viejas para acondicionarlas como salones, todo puede suceder. El hecho es que estuve solo en el café y logré concentrarme en escribir una líneas que, espero, se conviertan en el corto plazo en una novela. Nada presuntuosa, sólo por el ánimo de contar una historia.
Espero que el nuevo mensaje que le envié a ese amigo que no he visto en años, tenga ahora sí, el tino de convencerlo de que no necesito de confirmaciones, allí estaré. El café no sabe igual si no se comparte y yo adoro el café. Salud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario