jueves, 12 de mayo de 2011

Lo digo en serio.

En el negocio del entretenimiento también se sufre, principalmente cuando se opta por ser profesional en el asunto. Bien dijo alguien que el negocio de la risa es algo serio. Imagino que quienes hacen de sacar una sonrisa a los demás entienden perfectamente lo que digo; supongo que cada vez que se les llega la hora de salir en público, las canillas se les mueven como patas de mesa metálica en boda de rancho.
Criticar los esfuerzos de quienes tratan de ganarse el pan con intentos sinceros de hilaridad, resulta fácil, si sólo se tiene como referencia al payasito del salón o al que esporádicamente va de vena y nos arranca una carcajada porque coincidió que estábamos con el ánimo de dejarnos llevar por la diversión en cualquiera de sus formas.
Por lo pronto, yo tengo los pies sobre el piso, sé que lo de la comicidad no se me da; lo que no entiendo es por qué cada vez que digo algo, los demás se ríen como si hubieran escuchado algo de los labios de "Cascarita" o de "Bozo". Casi llego a la indignación cuando veo los ojos rasgados por el efecto de la risa en los rostros de quienes me escuchan, pero juro que no es mi intención.
Es frustrante que me dirija a todos de la manera más seria que esta carita de inocente puede hacer, como para que lleguen y sin aviso previo, tomen a broma lo que les digo. Por eso, desde este momento me declaro en huelga; ya no más risas a costa mía; viva la libertad de seriedad; ¡Muera el mal humor! ¡Chín, me emocioné! No siempre funcionan las paráfrasis, creo que para esta ocasión, Hidalgo fue una mala elección. De cualquier manera, salud.

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