jueves, 2 de junio de 2011

No tengo la razón, chín.

Sin el ánimo de quejarme (en demasía), creo que la andropausia ronda por estos lares; tengo que echarle la culpa a los cambios hormonales para que la culpa no sea tan gacha. Estos días han corrido de una prueba a otra, lo que me hace pensar que en todo caso, yo sé cómo me siento, pero los demás deben estar fastidiados por tanto cambio.
Y no es que me la pase gruñendo -tengo mis ratos, claro- pero mi cara de pócker saca de onda a cualquiera; ya me he visto en el espejo y me di miedo. Pero no deben temer, hasta el día de hoy no me he comido a nadie, puesto que la carne humana está fuera de mi dieta diaria; tampoco sería prudente que me lo recetaran, me quedaría sin conocidos.
El caso es que me he estado perdiendo de varias cosas por no decidirme a estar de un solo humor. Es posible que los pequeños problemas acumulados ya estén haciendo mella en mi estado de ánimo; la condición física me falla al igual que la vista, que cada día la tengo más genital. Algunas veces me hace falta brazo para enfocar lo que debo leer.
Aún así, sigo pensando (esto es otro rasgo adolescente) que no necesito de ortopedia alguna y, por lo que alcanzo a ver, mi destino será seguir los pasos de doña Rogelia, que por estacionarse en la necia de que sí veía perfectamente, se cayó y se rompió la cadera. Empezaré entonces por darme una enjuagadas de humildad e ir reconociendo que la estoy regando. Cargado de disculpas, salud.

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