Dicen que no haciendo caso, nada pasa pero con este calor, sudo como si trabajara; no llueve y no tiene para cuándo, ya hasta la plantita de fresa que tengo en la escalera se está secando, a pesar de que la hemos regado al alimón entre mi tía y yo. Quizá le cayó la maldición del Barroso, ninguna planta bajo mi cuidado sobrevive.
Tal vez estoy maldito o hechizado, pero tengo varios ejemplos de que la botánica no es lo mío. En alguna ocasión, una de mis mejores amigas me regaló dos arbolitos que gustoso planté enfrente de mi casa en León; se veían de lo más lindos. Los cuidé todo lo que pude, los regaba diario, les quitaba las hojas secas (cuando no se caían solitas) y hasta les espantaba las hormigas.
¡Ah, cómo daban lata esos bichos! Me gaste casi catrocientos pesos en venenos y nada que se largaban; inclusive les declaramos la guerra entre mi vecino y yo. Eso sí, era todo un espectáculo vernos en plena faena regando los polvos que, según quienes nos los vendían, erradicarían como por arte de magia a cuanta hormiga hubiera, sin importar el color. De cualquier forma, murieron en la nevada del 97.
Ni las siguientes épocas de lluvias lograron revivirlos, lo que me recuerda, ¿a nosotros para cuándo nos va a llover? Ya va siendo hora de que busquemos métodos alternativos para atraer alguna nubes y que se llenen las presas. Si Isidro Labrador no hace caso, quizá haya que recurrir de nueva cuenta a Tláloc o de plano, cubrir nuestras cuotas anuales con JAPAMI. No me veo bañándome con tequila. Salud.
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