![]() |
¿Para qué aprender palabras si el corrector de la máquina hace el trabajo? Foto: Baer. |
Quien diga que el principal objeto de la comunicación es que se me me entienda, está parcialmente en lo cierto. No lo menciono en sentido psicológico, por el contrario, la practicidad con la que pretendemos esgrimir el argumento, carece de precisamente de lo mismo. Se ha convertido pues, en un pretexto para eludir el compromiso de expresarnos adecuadamente.
A la voz de "pero me entendiste", quienes escuchamos nos quedamos sin argumentos válidos para criticar la forma en que, erróneamente se pronuncian ciertos vocablos o se utilizan ciertas oraciones pues pareciera que es obligación interpretar, traducir y completar las ideas que salen de los demás, para después darnos cuenta, de que no era lo de que deseaba hablar.
Así las cosas, el decir "una costra porosa" no parece importarnos lo suficiente para hacerle la vida más llevadera a los demás; lo que aprendí aprendido está y que los otros vean la manera de interpretar, tal como quiero, lo que salga de mi boca. Lo menciono sin menospreciar regionalismos ni pretender que todos debamos expresarnos de igual manera.
Pero hay cosas que ni siquiera deberían usarse como el ya clásico "pásame el dese de la desa" como si tuviéramos la capacidad de observar dentro de cada cerebro que el tal "dese" está compuesto de varios "desos" conectados al "deste". Con el riesgo se que, si no sabes, te meterás en un gran lío, pues claramente se ve que está junto a los "destos".
Es cierto, hay un código claro y preciso que podemos usar, que tiene todas las ventajas que una fórmula de comunicación puede proveer, que también es cambiante y adaptable y que no responde a una única forma de expresión: el idioma. Impuesto y todo, es nuestro. Sin embargo, aunque lo manejamos desde una muy temprana edad, nos es difícil aprenderlo. Ay señor. Salud.
Beto
No hay comentarios:
Publicar un comentario