lunes, 6 de abril de 2015

Santidad acumulada

Lo que hay que hacer para buscar la iluminación.
Foto: Baer
Para mis pulgas, pero apechugué como los meros machos; a mí que no me gusta andar visitando gente por no ser inoportuno y esta vez me tocó andar de templo en templo, viendo cómo se la pasa el señor con toda la gente que va a pedirle, agradecerle o reclamarle cosas. Algunos con una expresión de santificación total y otros con el compungimiento que da el vivir en estos tiempos.
Yo creo que las penitencias vienen sobrando, pues con los precios que hay que pagar por el capricho de no-sé-quién de no consumir carne roja, se tiene más que suficiente. Pero se sigue viendo que la fe no se pierde y hasta hubo quien, en el espíritu de estos días y creyendo que por inducción es posible la salvación, dio un repazón con su palma por las santísimas nachas de una imagen de Cristo.
El fenómeno de restregarse con el ropaje de alguna imagen, se repitió cuando, en un afán de conservar las tradiciones locales, con mis ancestras nos fuimos en avanzada al templo de la Soledad para que nos cubrieran con su manto. Mi primera experiencia fue algo calurosa, pues en las dos ocasiones (ya que también fuimos al Convento) compartimos el pequeños espacio con varios fieles.
Lo que me niego a entender es por qué el párroco de Santa María Reina convocó a presenciar la ceremonia de las tres caídas a eso de las diez de la madrugada, la hace durar más de dos horas, se avienta un speech mareador y sale conque nos espera de vuelta a las cinco de la tarde porque "esta ceremonia, por sí sola no vale". ¡Qué falta de organización! Desde mi particular púlpito, salud.
Beto

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