Las ilusiones se pierden una vez que se descubren los padecimientos mundanos. Foto: Baer |
Después de la tranquilidad sui géneris de la cual disfrutamos la mayoría de los herederos de las múltiples formas de fe cristianas de este planeta y lugares circunvecinos, regresamos a nuestros respectivas fuentes de empleo con la firme convicción de no dejarnos caer, por mucho que se estén esforzando cuanto engendro político ha aparecido en estas campañas presentes.
Las noticias de las alzas a los precios no se hicieron esperar; varios productos de la canasta básica se candidatearon para convertirse en artículos de lujo con el consabido argumento de que los insumos para producirlos se encarecieron, por lo que debemos llenar de resignación (otra vez) nuestros bolsillos ya de sí, depauperados y con agujeros más grandes.
Siguen en boga los dramas, reales e imaginarios y no se ve para cuándo se resuelvan; aunque esta queja ya carece de sentido pues en estos lares, desde que tengo uso de razón, no hay investigación de tipo judicial que llegue a buen término. Además, seguimos alarmándonos con situaciones que debían estar resueltas, gracias al gran flujo de información del cual gozamos, pero no.
Así entonces, las estafas, los robos, la violencia y la impunidad, aunque han sido denunciadas en las distintas redes sociales (que no sólo debían servir para meterse en las vidas ajenas), no son objeto de interés de las autoridades como para que les sirvieran de herramienta y poner un hasta aquí a los delitos. Dentro de todo lo "light", la información también se diluye en la inoperancia. Salud.
Beto
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