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Only with money dances the dog. Foto: Baer |
Alguna vez, hace años, me cuestionaron sobre mis convicciones políticas y lo que yo haría para mejorar las condiciones del país; tomé aire y con mi expresión de plena certeza en lo que creía, seguro de que mis palabras calarían hondo en el ánimo de los allí presentes que, por sus empleos y sus carreras, conformaban un respetable y heterogéneo auditorio, dije: no sé.
De lo que creo y pongo en práctica en lo cotidiano, por supuesto que estoy seguro, pero si me po¿iden respuestas o soluciones para sacar del eterno atolladero a México, claro que me falta información -de ésa que sirve-, tampoco poseo recursos y, ni siquiera, el arrastre para convocar a toda la gente buena del territorio sin levantar sospechas sobre mi origen público.
Y no es que la generalidad me sea extraña, los gobiernos como los que han azorado históricamente a la nación, no tienen más nacimiento que el crimen organizado. La información que me hace falta, es la que permite poner (sin especulaciones) nombre y apellido a todos los trinquetes, las tranzas, los robos, los homicidios y cuantas linduras se cometen a diario, así como quiénes son sus herederos.
Sólo con esa información, podría diseñar una estrategia de detección, detención y extradición de esas alimañas y, en el último de los recursos, aplicarles el profiláctico paredón. Únicamente hay un pequeño detalle: esos datos, aunque pueden conseguirse, requieren de ciertas renuncias, incluida la de la dignidad, porque como lo dijo Álvaro Obregón: "Nadie aguanta un cañonazo de cincuenta mil pesos". Salud.
Beto
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