![]() |
El aislamiento virtual también significa poca responsabilidad. Foto: Baer |
Para beneplácito de los adultos y en detrimento del optimismo de mis sobrinas, pero así lo pienso y digo: sin ser necesariamente un manifiesto que ajuste las costumbres de la muy melodramática y telenovelera sociedad mexicana que, cual sínodo medieval, se debate entre la prohibición total y el respeto a la privacidad de una adolescencia que ha dejado sus responsabilidades de lado.
Tal discusión puede terminarse con una idea muy simple, tendiente a revisar nuestra concepción de lo que debe ser la propiedad dentro del hogar. Un viejo adagio dice "quien paga, manda" y, fuera de esos excepcionales jóvenes que se rompen la espalda por sobrevivir, los niños y adolescentes no tienen sobre sus hombros la carga de aportar dinero para la manutención de su casa.
Dentro de ese esquema, sin contar con las obvias razones por las que puede considerárseles dueños de su ropa interior, sus cepillos de dientes o de pelo, tendríamos que cuestionar su ascendencia sobre los aparatos electrónicos y el contenido de éstos. Hagamos un pequeño recuento de los más populares para tratar de aclarar el punto con un comparativo, por su uso cotidiano y la autonomía de consumo.
Por supuesto, habrá a quienes les regalaron un televisor o una radio, sin embargo, el uso de cada uno se sobreentendió como comunal y fueron transformándose en individuales para quienes tenían la capacidad económica para adquirirlos, pero con las consecuencias de cierta desintegración y pérdida de vínculos, que ya varios teóricos de la psicología y la comunicación han tratado desde hace varias décadas.
Cierto, el teléfono, desde sus inicios se concibió como un aparato de contenido particular, pero de disposición comunitaria; su democratización vino a acentuar, ya no la división de clases, sino la división de generaciones, que ha diversificado los riesgos y sus consecuencias ya no se limitan a un desinterés en la convivencia, además, ha significado la exposición a peligros mortales.
Una posible solución, redefinir la propiedad privada hacia el interior del hogar. Mientras no exista un código claro del uso de ordenadores, tabletas ni teléfonos, entonces ningún niño ni adolescente hasta los 18 años puede ser su dueño, lo serían sus padres y con ello, no se transgredería su privacidad, un privilegio al que parecen querer renunciar pues con sus acciones, no han sabido defenderla. Salud.
Beto
No hay comentarios:
Publicar un comentario