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| Para manipulaciones psicológicas, persisten las formas tradicionales. Foto: Baer |
La guerra sorda se está especializando a todos loa niveles y quien sea un asiduo usuario de redes sociales electrónicas, sabrá de lo que estoy hablando; no soy afecto a las cadenas pero desde hace algunos días he puesto en funcionamiento mi curiosidad al servicio de tan extendida práctica como observador y seguidor de unas cuantas (una para ser exacto).
Razones sobran para meterse, desde la más pura y desinteresada ayuda a un prójimo, hasta la más acendrada indignación, pero a mí me movió la ignorancia, pues no tengo una idea clara del beneficio que pueda traer el insertarse en un "movimiento" como los que se promueven en el ciberespacio, ya sean éstos oraciones, cooperaciones, denuncias o adhesiones a una causa.
La más reciente -y es a la que hice caso, pueden constatarlo en mi foto de perfil de Whatsapp- fue la de poner el lábaro patrio como manifestación de que se pretende hacer un frente común o muestra de unidad... Sucumbí, yo que me había prometido no caer en tentaciones banales y que pretendí muchas veces que pensaría antes de actuar, pero mi prima me lo pidió y no me negué.
Claro que también lo razoné, pedir unidad es mucho más fácil y requiere de menor esfuerzo que arengar a una población que no es tomada en cuenta, a no consumir productos de determinadas marcas, pero ¿y la guerra? Ésa se manifestó en la forma de una contrapropuesta que asegura que lo de la banderita es una forma de manipulación para asegurar votos a favor del PRI en 2018.
No la he quitado, a pesar de mi gran aversión al tricolor político y que me lo envió otra de mis personas favoritas en este mundo. Y tampoco lo hice porque, si de medir nuestras conciencias se trata, éstas han estado en observación desde plataformas más consistentes y por un mayor número de años que las redes sociales. Es un reto mayúsculo el que estamos enfrentado. Salud.
Beto
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