Jalpa de Cánovas, tiempo detenido

Un objeto obsoleto en un lugar donde la moneda
es la confianza. Foto: Baer

La magia fue develándose como no queriendo; los duros rayos del sol no prometían una estancia muy placentera que digamos, dado que, la calle principal estaba en plenas obras de restauración y la alterna, carecía de toda forma de sombra. Si al panorama imperante le aunamos la poca cantidad de transeúntes, la cosa apuntaba hacia una encerrona de ésas que organizan la congregaciones religiosas.

Aun así, llegamos al hotel, una casona vieja, restaurada en lo necesario, con evidentes señales de tener poco de estar funcionando y con un ambiente de abandono semejante a lo que los griegos llamaban "el divino ocio". Sin rasgos de tecnología visibles, supimos que había un enrutador disponible por si deseábamos conectarnos, tarea poco menos que imposible.

Salimos a recorrer el pueblo, mi cuñada nos recordó que Jalpa se había usado en Frías como mote para una muchacha de allá, "porque estaban iguales de pelones"; la sensación fantasmal de las calles se acentuaba en cada visita a las construcciones de antaño. Pasé cada pared y cada puesta esperando que aparecieran personales con vestimentas amplias con encajes y sombreros de grandes volados.

Por enésima vez, cada uno de nosotros revisamos nuestros teléfonos con el mismo resultado, desconectados de toda "civilización". Ya con las revoluciones citadinas reducidas a lo mínimo, pudimos darnos cuenta de la suerte tan grande que tuvimos de llegar a ese rincón de tiempo, donde la vida está hecha única y exclusivamente para vivirla. Salud.

Beto