Algunas veces las soluciones son peores que los problemas. Foto: BAER |
Además, referirme a que si el presidente expresó con toda la sorna de la que es capaz, las opciones que tiene Calderón para protestar por la negativa a registrar su partido (¡otro!) o que si la senadora suplente Marcela Luqué ofendió a las pieles más sensibles de las redes sociales por llamar “mi muchacha” a su muchacha, es atizar una hoguera que no encendí. Está visto que la política mal entendida y el ejercicio ciego del poder no permiten la correcta conexión sináptica, menos cuando ese poder se obtiene por fastidio de otros o de manera gratuita sin haber meditado si es pertinente ejercerlo o no, en cualquier contexto.
Todo lo anterior tiene que ver con lo que solemos aplaudir, es decir, qué es lo que permitimos y qué lo que atacamos, desde un marco donde la necesidad de pertenencia es más un rasgo adolescente que la búsqueda de definición personal. Nos encontramos en una etapa donde predomina el berrinche por encima del diálogo, aunque éste sea sólo un pretexto como intento de justificación del monólogo autoritario; ¿qué más puede buscar alguien enamorado de su voz? No por lo melodiosa o por lo fluido de su discurso, sino por el espejismo de inmunidad que traen consigo el puesto y el anonimato, monedas corrientes estos días.
Pero queda registro de cada palabra y las acciones que están expuestas a la interpretación inmediata y el excrutinio histórico; no hablo de que salga a la luz “la verdad” tanto como el cambio de óptica y de perspectivas que cada generación parece traer como parte de su equipaje. Y los cambios suelen ser cíclicos, así podemos observar periodos de represión seguidos de revoluciones que proveen de etapas de libertad que, al llegar a un punto álgido, caen en un nuevo periodo de represión. Dependiendo de dónde nos encontremos será el periodo que observemos y si nos toca ser mayoría, será lo que peleemos. Salud.
Beto
No hay comentarios:
Publicar un comentario