lunes, 9 de noviembre de 2020

Costumbres cambiantes

Cada vez es más difícil ver una escena como
la del centro. Foto: BAER

Los hábitos más difíciles de romper son los que tienen que ver con la imagen que deseamos proyectar, algo muy arraigado con lo que afirmamos es, nuestro gusto; posiblemente seamos ejecutantes o nada más espectadores, pero el rostro suele iluminársenos directamente proporcional al placer que obtenemos de algo. La cocina, la música, el deporte, el teatro o el cine son lugares comunes donde encontraremos incluso, otras personas con las cuales compartir anécdotas, recetas, episodios o cualquiera que sea un puente en común y, si ello implica la manufactura, la cosa se pone más interesante. La competencia implícita en las actividades en grupo, da un sabor extra al goce que buscamos en la naturaleza del evento en cuestión.

Pero están aquellos satisfactores que, naciendo con una intención socializadora, han venido a convertirse en formas personales; en los medios de información, los ejemplos más notorios vienen a ser la radio y la televisión a los que antecedió el periódico, pero éste al final del proceso de consumo, es decir, por su manipulación, un diario lo leemos de uno por uno y luego, si se tiene costumbre, se socializa el contenido. Los medios electrónicos de difusión masiva por su parte, presentaron la ventaja de que podían consumirse por más de una persona hasta donde alcanzaran el volumen y el tamaño de las pantallas, por así decirlo, tenían un alcance radial concéntrico.

No incluyo aquí a los ordenadores porque ellos sí nacieron como un medio individual de trabajo o entretenimiento. Es posible que la transformación hacia la individualización de radio y televisión se haya fincado tanto en el aumento del tiempo de transmisión como en la variedad en los tipos de mensajes y los canales especializados. De pronto, aquellas estaciones que habían fijado horarios para noticias, música, variedades, etc., tuvieron que adaptarse a una competencia con otras que sólo transmitían noticias o rock o baladas las veinticuatro horas, lo que provocó una mayor segmentación de los públicos que esperaban horarios específicos, pero que con el cambio, podían tener su información a la mano a cualquier hora.

Si a lo anterior aunamos cierto “abaratamiento”, no en el precio sino en la “necesidad” de tener más de un aparato receptor, la disponibilidad de la información y los mensajes se volvió inmediata además de personalizada pues, donde fue factible, cada miembro de la familia ahora puede elegir cómo usarlos. Entonces, es difícil imaginar el cambiar la estación de radio que nos gusta o los programas de televisión que nos llaman la atención, aunque la oferta haya variado en apariencia, tanto que alcanza para todos los gustos. La verdad es que los productos suelen ser los mismos, nada más que están envueltos en empaques más vistosos, más impactantes o más estridentes. Salud.

Beto

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