lunes, 16 de noviembre de 2020

Aún de pie

Se crece para aprender y el conocimiento
se logra con los años. Foto: BAER

Todavía no lo leo completo pero el enterarme de que había un escrito sobre los beneficios de contratar a personas entre los cuarenta y los cincuenta años de edad vino a levantar mi ánimo por imaginar una nueva valoración de la experiencia; la analogía que estoy a punto de utilizar noes exacta, ni siquiera se acerca a ser digna, pero creo que servirá para ejemplificar el pilar que siempre ha sido el conocimiento. Ni siquiera hablaré de los clásicos sino nada más de los viejos; contar con un mueble añoso nos remite a pensar en todo el tiempo que ha servido, quizá en las posibles relaciones con personas que lo tuvieron a su cargo y, lo principal, si ha durado más de diez años en pie, es que está bien hecho.

Resulta totalmente edificante ver, por ejemplo, cómo sigue luciendo atractiva una mesita de centro con bastante más edad que tú, que mantiene la altivez de sus primeros días sin más parafernalia que la pintura y el barniz originales. Con sólo verla, se nota que aún puede con el trabajo para el cual fue fabricada. Tiene algunas cicatrices, pero son sólo la señal de que ha existido y a pesar de que sus adornos corresponden a otra época, hace buen juego con su entorno; casi puede notarse una expresión de felicidad cuando se le cubre con una generosa capa de cera para madera que la mantiene presentable y lista para recibir la admiración de los que tienen la surte de estar cerca.

Aquí un paréntesis, ¿por qué será que es más evidente la apreciación de un mueble o un carro que la de una persona? Por supuesto, no tengo la respuesta, sólo quiero imaginar que si fuéramos capaces de valorar a las personas mayores como lo hacemos con un diamante, encontraríamos una riqueza invaluable que nos evitaría muchos dolores de cabeza. Claro que, para lograr algo así, habría que luchar en contra de la sobrevaloración de la juventud, no porque ésta no sea importante, sino porque hemos perdido la noción de que se trata de una etapa de transición cuyo objetivo es el acumular el mayor número de conocimientos posible, lo cual redunda, obviamente, en crecimiento.

Lo mejor de todo, es que el crecimiento suele ser contagioso, basta únicamente aprender a escuchar, tener cerca a quien escuchar para después, convertirnos en alguien que otros quieran escuchar, no en vano la humanidad sobrevivió tantos siglos usando sólo la tradición oral. La rapidez con la que viaja la información en la actualidad, no es garantía del aprendizaje social, sólo acelera el proceso de consumo-olvido creando un espejismo de sabiduría puesto que hace falta aprender algo fundamental que se adquiere con los años, que es el saber procesar el conocimiento. Entonces, lo más lógico es pensar que tal proceso lo tienen mejor aprendido los viejos. Salud.

Beto

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