lunes, 21 de diciembre de 2020

Ni a quién procastinar

Y ahora ¿por dónde empiezo?. Foto: BAER

Ha entrado el invierno como esas visitas inesperadas que la urgencia obligó a deshoras; para los hipersensibles, sí hubo un cambio en la temperatura mientras que, para los que gozamos de una capa extra de tejido adiposo, es una bendición no sudar como si de verdad trabajáramos de noche. Claro, el otoño fue benigno pero tuvo sus días en los que retomaba ímpetus veraniegos como para poner a prueba todo nuestro sistema endócrino, haciendo hervir cuanto fluido hubiéramos acumulado. Las prendas abrigadoras por fin tienen una razón para salir, aunque sea por dos semanas, ya que las temperaturas de menos de diez grados, parecen más un servicio público que la consecuencia de la temporada.

Mi amiga de las tres emes diría que es tiempo de disfrutar de tardes tequileras y noches empiernables, lo que comparto pues viniendo de una abogada, algo tendrá que saber al respecto. Si a lo anterior le agregamos un chocolate caliente, el cuadro está completo; un plan que puede ser atractivo para los que comenzaron sus vacaciones y tienen con quien realizarlo (aquí hago un gesto de envidia), lo menciono así porque, por un pequeño error de cálculo en este periodo no tendré asueto y deberán soportar -los que así lo deseen- mis incursiones en el ciberespacio por lo que resta del año. Algo que tomaré en cuenta, con mucho cuidado, para el 2021 cuando haga el plan de escritura.

Y no es que me considere tan ordenado, pero sí pretendo serlo aunque sea por un corto periodo, ya saben que en eso de las promesas, soy tan mexicano como el que más; dado que sigue en pie lo de escombrar mi estudio, no puedo argumentar que me he transformado en un ser mejor, pero mientras doña esperanza me aguante, seguiré enfocándome en ello. Supongo que eso es lo urgente puesto que, como no puedo culpar a ningún inquilino anterior ni comparto el espacio con alguien que me sirviera de chivo expiatorio, pues no me queda de otra que asumir mi responsabilidad, tener en claro qué cosas pueden o no ser desechables y aguardar pacientemente en nuevo año.

¿Qué dijeron? Éste ya se puso a escombrar su tiradero; no coman ansias, el ritmo en el que me manejo nada tiene que ver con las exigencias de posibles visitantes (que cada vez son menos); con que pueda ofrecerles un banco donde sentarse y un cafecito para amenizar su estadía, creo que ya cumplí con mi papel de anfitrión. Por otro lado, podría organizar una encuesta preguntando: ¿estarías de acuerdo en pasar un rato agradable en esta casa, aunque una de las piezas no fuera accesible para ti? De acuerdo al resultado, sería como diera prioridad a las actividades de estos días. ¿¡Que no es original!? Ah, ya se le había ocurrido al preciso. Pues ya qué. Salud.

Beto

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