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¿Cuándo se decretó que las palomas eran inocentes? Foto: BAER |
Aquí entra otra aplicación de la sentencia mcluhaniana “el medio es el mensaje” y con ello, hasta sería factible medir el grado de cariño que se tienen ambas partes de la broma, por ejemplo, si se trata de una llamada telefónica para preguntar sobre una persona inexistente o un negocio falso, se estaría indicando cierto respeto por parte del bromista o miedo de alguna represalia no contemplada dentro de los parámetros amistosos; sin embargo, al tratarse de algo más cercano donde interviniera el físico o la propiedad de alguno, indicaría un grado de confianza mayor donde no importa si la víctima se desquita puesto que el acuerdo entre ambas partes incluye el aguantar las ocurrencias que se presenten.
Por supuesto, hay que tomar en cuenta el grosor de la dermis y el momento anímico que presenten las posibles víctimas, puesto que habrá temas que a muchos no les resulten graciosos, a pesar de que somos conocidos por bromear con todo, hasta con la muerte. Pero estos días no se prestan para andar rascándole los tompiates al tigre (aunque haya quienes opinen lo contrario), las cifras de contagiados y fallecidos crecen en grado dudoso; a pesar de la insistencia en las medidas de seguridad, todavía algunos prefieren especular con teorías conspiratorias; priva la ilusión de inmunidad por ceguera selectiva, es decir, “lo que no veo, no me afecta”, como si eso fiera a evitar los contagios.
Yo hubiera deseado poder lanzar una noticia bomba, como mi futuro casamiento o mi inserción en un proyecto de precolonización de Marte, sin embargo, ya todos saben que en mis condiciones ninguna de las dos sería factible, salvo en alguno de mis cuentos. Lo que sí podría ver la luz, sería un escrito autobiográfico donde exponga todo lo que he vivido a lo largo de cincuenta y tres años de consciencia (es que de los cuatro primeros no me acuerdo mucho), pero como no tengo la facilidad de andar pidiendo autorizaciones, todos tendrán que atenerse a lo que recuerde, cómo lo recuerde y qué quiero decir de todo ello. Inocentes palomitas. Salud.
Beto
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