lunes, 14 de diciembre de 2020

Felices vísperas

Más allá de la congoja comercializadora
debe prevalecer el espíritu. Foto: BAER

A poco más de medio mes de terminar el año, hay un ambiente desangelado en la víspera; los festejos no serán los mismos para quienes la consciencia domine, pero no faltarán los que hagan caso omiso de las recomendaciones sanitarias. Sea porque se suponen inmunes, ya porque tengan otros datos o de plano les valga gorro la contingencia porque “de algo se han de morir”, el riesgo de que a todos nos mantengan en el encierro está latente. Al margen del espíritu de la temporada, las manifestaciones de afecto se han vuelto más un pretexto para deshacerse de las frustraciones acumuladas los trescientos cincuenta y nueve días anteriores (recuerden que éste fue año bisiesto) en lugar de un acercamiento espiritual.

Hasta aquí, ya mencioné dos veces la misma palabra: espíritu; un término que hemos utilizado indiscriminadamente como sinónimo de  fantasma, espectro o aparición; alguna culpa tuvo el cine cómico de los cincuenta y sesenta. Entonces, si no es exactamente lo mismo, ¿qué es? Pensemos en un concepto compartido, algo inspirador en lo que un grupo grande esté de acuerdo, algo que los mueva a hacer, promover una acción en beneficio de su comunidad. Dicha acción inspirará a los participantes a mantener ciertas formas que identifiquen la intención por la que se lleva a cabo y la pretensión de que todos responderán positivamente al mismo código utilizado para la ocasión.

El espíritu no es una posesión personal, es un constructo social derivado de la convención de que algo es bueno para la misma colectividad, que si bien dará un perfil de lo que se espera de cada individuo, tendrá como principal propósito, la fortaleza del grupo y las relaciones que de él emanen. Por así decirlo, es una sintonía de la que todos los miembros de una sociedad, permanente o eventualmente, comulgan lo que no significa que no haya cuestionamientos al respecto, pero éstos estarán enfocados a la evolución o reforzamiento de su práctica, elementos que todo espíritu que se precie de serlo, lleva en su interior, lo cual exige cierta fortaleza mental de quienes lo profesen.

El riesgo aquí, es que un espíritu mal entendido, se encause de tal forma que lo convierta en fanatismo; ejemplos de ello, abundan en la historia, sin embargo, os hay que han resistido el paso del tiempo, aunque quizá no mantengan las formas originales pero sí su esencia como el navideño o el olímpico. Perdimos este año la oportunidad de mostrar el segundo, pero el primero se muestra como una oportunidad para redoblar esfuerzos, entendiendo que lo atípico de ls situación sólo hará que nos la ingeniemos para mostrar nuestros afectos de maneras distintas pero igual de intensas. A partir de hoy, me tomo la libertad de desearles feliz Navidad con todas las precauciones. Salud.

Beto

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