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Cada uno carga con lo que puede o con lo que quiere. Foto: BAER |
Las razones de lo anterior varían según caracteres, circunstancias, parentescos o hasta cómo nos hayamos levantado un día determinado para ser objetos de préstamos no devueltos, citas olvidadas, entregas fuera de tiempo, contrahechas y de mala gana y no falta el uso del rumor como arma de ataque. Pareciera que lo anterior es privativo de los simples mortales que deambulamos por las calles en el correteo detrás de la chuleta, pero no, algunas grandes corporaciones y gobiernos gustan de esas prácticas con distintos fines, generalmente asociados con los poderes económico y político por supuesto, no obstante, están compuestos por humanos tan viscerales como cualquiera.
Al parecer el número de humanos involucrados en un proyecto influye directamente en la calidad del rumor, intervengan o no en la manufactura, pues sólo basta con identificar las actitudes de quienes lo escuchan, para que los encargados de elaborarlos, los aderecen con ingredientes de su propia cosecha; por supuesto, hay quienes han hecho del rumor su forma de vida al grqdo de creer que tienen el derecho de meterse en la vida privada de cualquiera con el pretexto de realizar una tarea periodística, como sucede generalmente en el mundo del espectáculo, donde como dirían las abuelas, no falta un roto para un desconocido.
¿De dónde nace el afán de protagonismo, no sólo en la ficción, sino también en la vida cotidiana? Porque para que haya la oferta de rumores debe haber quien los genere; ¿cuántas veces hemos sabido de que las supuestas víctimas de un chisme, fueron precisamente los que dieron la información a los medios? Y si ese esquema se repitiera en otros ámbitos, por ejemplo, en la política, ¿no sería factible que estuvieran esos actores aprovechando nuestra tendencia telenovelera y melodramática para hacer parecer los problemas nacionales como simples chismes de vecindad? Pensemos en el manejo maniqueo del pueblo pobre y bueno. Salud.
Beto
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