lunes, 8 de noviembre de 2021

Cada quien sus historias

¿Cuántas historias deben pasar para que sepamos
cómo somos? Foto: BAER

Irapuato, Gto.- En el anecdotario personal, cada uno debe tener “la” historia que lo define, ésa que se repite constantemente con el mismo gusto de la primera vez, quizás aumentada y aderezada con datos que en un principio no estaban, pero que ahora cuadran perfectamente debido a coincidencias en tiempo y espacio; más de una tendrá la suficiente carga afectiva y didáctica como para servirnos de ejemplo en ocasiones en las que debemos corregir o animar el comportamiento de otros, lo anterior se nota en cuanto ganamos edad y la memoria a corto plazo empieza a carecer de interés. Las hay que nos retratan aunque puedan tener los más variados rostros para provocar risa o llanto, para ubicar un hecho importante o bien, para endulzarle el oído a la persona amada.

Muchos gozarán de la elocuencia que otros usan para vender ideas en la forma de escritos fantásticos u objetos maravillosos que prometen cambiar la manera en que percibimos este mundo. Algunos lo logran, pero no por sus poderes curativos, sino por la complicidad con la que los abordamos y entonces las historias que contaremos al respecto, reflejarán el estado de satisfacción en la que nos encontremos gracias a ello. Nos contamos todo eso porque no es posible guardar tanto, por muy bueno que sea lo que vivimos es una carga muy pesada para uno solo; el mundo de las ideas no tendrá un cuerpo sólido, pero se recarga en lo que llamamos alma, cuya necesidad imperiosa al crear escenarios ideales, es convertirse junto con otras en espíritu.

Quien no tiene historias que contar no ha vivido, sólo respira, come evacua y, peor aún, carece de imaginación porque hasta las funciones básicas dan mucho para crear; por fortuna, los humanos vegetales no existen fuera de un cuadro clínico, es cuestión de tiempo para que hasta el más callado de los seres humanos cuente a su manera lo que significa estar vivo. No hay minusvalía, no existen barreras que logren un total impedimento a las voces que algunas veces se presentan como una llovizna plácida y en otras, como un vendaval que arrasa con aquello que ya no sirve. Aun en estado de coma, el cerebro sueña, se inventa compañías para compartirse con ellas y subsanar lo que sin ellas, sería un verdadero infierno.

Dichosos aquellos que cada noche disfrutan de un sueño reparador y recuerdan las aventuras que se fabricaron para resolver un problema, entender algún temor o volver a gozar de un lugar con una compañía especial, algunos de ellos serán siempre un tesoro individual pero los demás exigirán ser  compartidos pues su esencia no es para uno. Cada historia es la oportunidad de calzar los zapatos de otro, vivir por unos segundos los placeres o desdichas que los demás trajeron a nuestra mesa; es el intercambio viral que nada tiene de mortal, por el contrario, la posible inmunidad se crea por la aceptación de cada una y la creación de anticuerpos, casi al mismo tiempo, como un alimento que nos haga entendernos por igual. Salud.

Beto

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