Tomarse el tiempo para realizar tareas juntos es importante. Foto: BAER |
Varias veces nos preguntamos para qué nos hacía tomar un baño si nos llevaría a hacer ejercicio, lo que carecía de toda lógica cuando comenzábamos a sudar por efecto de andar correteando un balón o manipulando una raqueta, porque eso sí, no habrá salido de sus huestes algún jugador profesional, pero cómo derrochábamos energía para emular las hazañas de nuestros héroes deportivos del momento. El deporte era responsabilidad nuestra durante la semana, pero llegando el sábado, debíamos estar listos para una más de las campañas bajo la tutela paterna; para el momento en que todos, acicalados y puestos en pie para la batalla, nos reportábamos en la cocina, mi madre ya tenía tanto el desayuno como los avituallamientos posteriores.
Para ella siempre fue importante el orden de las cosas y siempre sostuvo que “un estómago vacío no hace rendir eficazmente al cerebro”; nunca vi su expresión, pero imagino su sorpresa o quizá satisfacción cuando observaba la fruición con la que sus cuatro vástagos dábamos cuente de lo que nos había servido, que bueno, le costó varias jornadas y estilos de convencimiento, hacer que no protestáramos por la comida ofrecida, pero quizás el desgaste y el hambre que éste produce, casi nos convirtieron en procesadores de alimentos. Casi podía ver el temblor que le producíamos a la cartera de mi papá cuando nos llevaba al centro a comer tacos; la cara de gusto de los dueños del establecimiento era épica al vernos llegar.
Como en todo, había reglas para acceder a esos beneficios; lo cotidiano se medía con lo cotidiano y lo especial con lo especial, así que las tareas a las que íbamos haciéndonos acreedores, conformaban una suerte de prerrequisitos en la currícula familiar. No es que hubiera sanciones por no barrer, lavar el auto o limpiar el calzado pero sí se encargaban de hacernos sentir culpables por no hacerlo. Claro está, como si se tratara de una revisión en la milicia, mi padre pasaba lista de lo que llevábamos a nuestra aventura semanal; para todos es aún un misterio el cómo pasaba el reporte a mi madre si todo el tiempo estábamos viéndolo frente a nosotros y, de la nada, salía el grito “¡Fulano, tiende tu cama!” al que quería pasarse de listo. Salud.
Beto
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