Respirar el aire de diciembre no es cualquier cosa. Foto: BAER |
En la calle, algunas ráfagas de viento juegan con peinados cambiando radicalmente su estilo, arrancan gorras y sombreros a quienes no mostraron suficiente respeto a su fuerza y hacen bailar a las hojas de los árboles sin importar que aún estén asidas a ellos o tiradas en el piso. El mismo viento que se convierte en un reto para aquellos que afirman no sentir frío y se atreven a lucir su mucha o escasa musculatura en playeritas ceñidas a su torso, sin importar la figura que entreguen a la vista de los demás. Algunos colores se apagan un tanto por las brumas matutinas y la pronta llegada de la noche, pero se compensa con las luces que acompañan el andar de los transeúntes desde las fachadas de las casas.
La gente acostumbrada a las altas temperaturas de la región, saca lo más abrigador que tenga con miras a renovarlo por cambio o por reparación, se sacrificará el lucimiento de las horas en el gimnasio o la inversión en el procesamiento de alimentos con alto contenido calórico que dejan rastros de su existencia diseminados por todo el cuerpo. Es época de lectura, tanto en hojas impresas como en el entorno; el paisaje urbano se ve invadido por tonalidades rojizas en panorámicos pintados en paredes, espectaculares en las azoteas, envolturas de regalos en aparadores, disfraces de santos europeos secuestrados por una marca de refresco, además de los motivos convencionales con los que expresamos nuestras filias aunque la espiritualidad original deba esperar turno.
Los periodos de silencio se prolongan un tanto comparados con los de otros meses, pareciera que el fin del otoño reverenciara con mímicas preestablecidas al inicio del invierno, el protocolo se viste de escarcha hasta en los objetos más simples como un vaso de agua; cada amanecer ofrece un sol melancólico, hasta tímido que no se atreve a calentar desde que se asoma, sino que va tomando su tiempo cocinando a fuego lento el ánimo de la población. José Alfredo mencionaba a diciembre como el mes que le gustaba para que “te vayas” y el cruel adiós, su navidad, pero es un evento aislado que queda en el anecdotario musical, lo cierto es que, ya por el frío, ya porque a varios se les ocurre que es mejor festejar en otros lares más cálidos, la semi soledad del pueblo invita a reflexionar. Salud.
Beto
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