lunes, 10 de enero de 2022

Horizontes medio lejanos

Cada transformación pugna por
salir del interior. Foto: BAER

Irapuato, Gto.- Tomemos aire y unos segundos para ordenar nuestros pensamientos; dicen los enterados que un buen esquema comienza con las preguntas adecuadas; la que se me ocurre en este momento tiene que ve con lo que estamos dispuestos a cambiar, qué caminos tomaremos para hacerlo y qué esperamos obtener con el cambio. En realidad fueron tres preguntas, pero ya saben que por montón todo es más barato. Esta vez no pondré  mi caso particular porque en ocasiones, es más difícil definir lo que uno mismo debe hacer, tampoco me referiré a alguien más, dado que soy nadie para andar indicándole a los demás a qué deben avocarse; no, haré uso de la poca prudencia que he cultivado estos años y pensaré en letras altas sobre la generalidad.

Ahora bien, el identificar un aspecto que debamos cambiar de nuestra persona, es el paso determinante para lograrlo, aunque en estos tiempos de “yoismo” donde se esgrime el pretexto “quien me quiera, debe aceptarme como soy” pone así una traba para imaginarnos haciendo algo distinto a lo que estamos acostumbrados, por lo que la definición de que los humanos somos seres adaptativos e inacabados pasa a segundo plano. Supongamos que a pesar de ello logramos visualizar algo que deseamos cambiar y tenemos la suficiente entereza para aceptarlo, ¿qué proceso mental debemos realizar? Eso depende de la manera en la que estemos acostumbrados a aprender, porque cambar es precisamente un reaprendizaje y la adopción de otra perspectiva.

Puede ser un camino tortuoso puesto que la autocrítica o brilla por su ausencia o es la práctica más tirana en la que incurrimos; una forma sana debe incluir la ecuanimidad para valorar lo que hacemos y no lo que somos. Lo tangible es medible, no la esencia; porque, ¿cómo se mide el coraje? ¿El enojo? ¿A gritos y manotazos? Quizá los lapsos de silencio sean más gráficos, en eso las mujeres son expertas. En fin, el cambio de actividades presenta la ventaja de que, al ser visibles todo el tiempo, pueden retomarse en el instante que creamos conveniente por lo que las formas generalmente está en nuestro control y, más que en el talento, la fuerza o la inteligencia, el realizar o no un cambio de hábitos o actividades, radica en nuestra voluntad pura y llana.

Y una vez tomada la decisión de cambiar, debemos mantener la emoción de lo nuevo, que los optimistas dicen que es lo único permanente y una vez estacionados en él, hay que imaginar para qué cambiamos, es decir, qué vamos a obtener con ello, quién será el depositario de esa transformación y en un alarde de coherencia, durante cuánto tiempo sería prudente mantener la alternativa. La única desventaja que tienen los cambios, es que su utilidad se manifiesta en el proceso, nunca al inicio y no es factible de calificarse sino hasta el final. Cambiar así, es más un acto de fe con el que enfrentamos entre nieblas producidas por miedos o inseguridades, a los eventos que anteriormente parecían no tener alternativas, pero que en el fondo nos producen cierta curiosidad por la cual decidimos cambar. Salud.

Beto

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