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Ají, todoj parejos para andar igualej. Foto: BAER |
Pareciera un deporte nacional que aprendemos desde la infancia; evadir las responsabilidades y nunca afrontar las consecuencias de nuestros actos nos ha dado como resultado una sociedad adolescente, ladina y taimada que busca que lo malo que hace lo asuma otro y si es alguien lejano, mejor. Históricamente le echamos la culpa a españoles, franceses y gringos de nuestros problemas como lo poco integrados que tenemos a los indígenas, cuando su discriminación no se dio ni en la colonia ni en las intervenciones, sino en el México independiente; apuntamos con el dedo hacia el norte cuando hablamos de dependencia económica sugiriendo que fuimos engañados, cuando hemos sido nosotros los que nos vendemos.
La necesidad de un benefactor que contrarreste los demonios que nos hemos inventado y que nos tienen sojuzgados, nos lleva a acusar en abstracto a “la gente” que no trabaja, que se pasa los altos, que no lucha por lo que es justo, que se la pasa fregando a los demás y que, si le va bien, no es porque haya trabajado, ¡qué va! Seguramente tiene un padrino en el gobierno, se dedica a robar o a traficar con drogas, sin olvidar a los que les heredaron una gran fortuna y ahora viven de “sus rentas”. No, si en este país, la voluntad de hacer bien las cosas es un accesorio que a pocos les va, pues resulta “caro” no tomar atajos y porque tomarlos es lo normal, “todo el mundo lo hace”, “las reglas se hicieron para romperse” y... No sé cuántas linduras más.
Toda la vida las he escuchado y debo confesar que más de una la he aplicado cuando permito que el trabajo se me junte más de lo debido y, aunque no lo grito a los cuatro vientos porque (según yo) no afecto a demasiada gente, sí he llegado a sentir la culpa de quien no cumple con su palabra; quizá deba conseguirme una “concha” como la que cargan los servidores públicos, que no parece preocuparles el bienestar de aquellos que son sus reales patrones. Nunca me enteré tampoco que mi trabajo o mejor dicho, el producto de él, debía ser el botín de los vivales que componen los tres niveles de gobierno, ni que por ser un mal que nos afecta a todos, deba conformarme porque “todos andamos igual”. Esto no debería ser, MALO. Salud.
Beto
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